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Pbro. Edgar Sánchez Sánchez

El Buen Pastor





En el IV domingo de Pascua la liturgia nos presenta a Jesús como Buen Pastor que nos lleva al Padre, que da su vida por nosotros, que nos alimenta con los pastos verdes y frescos de su Palabra y Sacramentos, especialmente de la Eucaristía, que nos defiende del lobo rapaz del demonio y de sus secuaces.


En el Evangelio de hoy Jesús nos dice: Yo soy la puerta de las ovejas. Cristo mismo, como Buen Pastor, es el único que tiene el derecho de reunirnos en el redil del Padre. Él es siempre la única puerta de salvación.


La Iglesia ora en este domingo, de manera especial, por las vocaciones a los distintos ministerios y servicios, pide especialmente por las vocaciones consagradas dentro del Pueblo de Dios. Necesitamos imperantemente pastores al estilo del Buen pastor. Hacen falta personas generosas, dispuestas a ofrecerse a Dios y a la Iglesia, para ser signo de la presencia y el amor del Buen Pastor.


La tarea de estos servidores es la de ser mensajeros de su Palabra y de su Pascua. Se nos pide a todos una oración confiada, apostólica y en comunión fraterna, para dar respuesta a la urgente llamada del Evangelio: “Oren al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos, porque la cosecha es muchas y los trabajadores pocos”.


¿De dónde surgen las vocaciones consagradas? Surgen del seno de las familias y es tarea de los padres inculcarles a sus hijos el amor por la vocación sacerdotal, religiosa o misionera.

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