El banquete sin convidados
Actualizado: 27 feb 2021
Hoy se nos presenta a Jesús en medio de los letrados e importantes del pueblo, se encuentra hablando en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos; este era el grueso en que se concentraba el poder. A Él se le nota hablando de lo más emocionante del proyecto del Padre: el Reino de los cielos y la respuesta ante esta invitación.
Resulta que un rey preparó un banquete de bodas para su hijo y mandó a los criados para que fueran por los invitados. No se trata de cualquier cosa ni de un organizador común de fiestas, se trata de un rey, de lo que se desprende que no es cualquier fiestecilla. Más adelante lo enfatiza, es una boda; una de las celebraciones más grandes del pueblo, fiestas que se extendían por varios días.
En las escrituras se presenta el reino como una boda, en la que Jesús es el novio. Hay muchas alusiones a esta imagen tan hermosa. Y es que el reino no es una actividad fría ni acartonada. Tampoco es de poses ni ademanes. El reino es la más abundante de todas las fiestas que se está celebrando, lo único que exige son comensales.
Resulta que cuando todo estaba en su punto los invitados no quisieron ir. Sorprende que se trata de un rey muy peculiar porque en la descripción de Jesús, no se da por vencido ante el primer rechazo de los invitados, por segunda vez manda a sus criados a insistir, a tratar de convencer señalando la calidad del banquete que se ha preparado con terneras y animales gordos, pero ni así. Eso tampoco surtió efecto. Y es que los invitados tenían en su corazón otro tipo de intereses, uno se fue a su campo, otro a su negocio y otros descargaron su ira insultando y hasta matando a los criados.
La boda ya estaba lista y no iba a dejar de celebrarse porque los primeros invitados no quisieran ir. Así que el rey, mandó a traer a todos los que se encontraran por los caminos y el banquete se llenó. Y cuando todo apunta a un final feliz, el rey descubre a uno sin traje de fiesta. Con esta peculiar nota, Jesús expresa algo muy importante: el reino ya se está celebrando entre nosotros, y exige una implicación en él. Pide un mínimo de aceptación.
Vuelvo a leer el texto de Mateo 22, 1-14 y reflexiono: ¿cuál es mi actitud ante la invitación del Padre a participar en el banquete del reino?, ¿cómo noto que me distraen «mi campo», «mis negocios» y «mis cosas»?, ¿tengo puesto el traje de fiesta?, dialogo con el Señor.
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