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Foto del escritorPbro. Artemio

Déjame escuchar tu «Effetá», Señor

Es bien sabido que quien no tiene experiencias carece también de expresión. Todo lo que comunicamos se asocia de manera directa o indirecta a nuestro mundo vital, lleno de significados propios. Así, el tartamudo del evangelio, que también es sordo, nos ofrece un muestreo de esta realidad, sobre todo cuando esta se ve truncada o atrofiada.


 El diagnóstico que nos ofrece san Marcos de este personaje es grave, ya que la dolencia no solo le estaba afectando a sus órganos vitales y a la comunicación con los demás, que ya es bastante, sino que también obstaculizaba ciertos elementos del ámbito de la fe y, por lo tanto, espirituales. 

 

Nos dice san Pablo que todo camino de conversión comienza con la escucha de la Palabra(Cf. Rom 10, 17), entonces el oído es absolutamente necesario para que comience la fe. Además, la clave de desarrollo y difusión de esa fe, su asentamiento y propagación está en la voz y en la capacidad de proclamar a toda la tierra el mensaje del Señor. Este sujeto estaba privado en esta doble dirección.

 

La imagen aporta mucho: una especie de vida aislada, como muerta desde el interior, o como un mueble incapaz de vibrar y recibir, comunicar y trasmitir casi nada de sí. El ser humano sin comunicación, encuentro y relación, perece, ya que justamente tiene un diseñogenuino para la amistad y para ser familia (William A. Barry, SJ).

 

Aquí se antoja, mirando esta escena, la contemplación de nuestra realidad, hoy: ¿Será que estemos viviendo un tipo de mal parecido al de este personaje del evangelio, de ser una especie de cristianos (seguidores de Cristo) «sordomudos»? ¿Tendremos alguna especie de sordera espiritual, es decir, cerrados a la voz del Espíritu que habla y comunica su amor y voluntad? ¿Qué es lo que estamos trasmitiendo y cómo lo hacemos? ¿Seremos portadores aún de esperanza y alegría para el mundo y para los demás?

 

Hace tiempo que la iglesia viene reflexionando sobre sí misma. Su ser y su quehacer delante de estas culturas y subculturas vigentes donde se vive al margen de Dios. ¿Qué tiene que decir ante una sociedad que se ha deslumbrado por el brillo de la ciencia y del progreso, y se ha llenado de bienestar, dejando a un lado la necesidad de Dios? ¿Cómo comunicar al mundo la imperiosa necesidad del alimento espiritual y de Dios?

 

Parece una empresa imposible. Sin embargo, la respuesta está más cerca de lo que se cree. Hoy tiene la invitación de volver a la humildad una y otra vez y buscar al Señor para que le ofrezca un nuevo «Effetá», tan lleno de resonancias bautismales. Así, se abrirán sus oídos y volverá al aprecio, saboreo y vivencia de la Palabra que salva. Se abrirá a la acción del Espíritu. Ese impulso de Dios que le llevará a las tierras misioneras, desplegará sus labios y le dará fuerza para que se lleve a cabo el anuncio del Evangelio que es el de la salvación y el de la verdadera Buena Nueva. ¡Es la fuerza de Dios y su sabiduría! 

 

Medito el texto de nuevo y me pregunto: ¿Cómo me interpela hoy la voz del Espíritu que me busca? ¿Me dispongo a su escucha? ¿Me vivo más como un oyente de la Palabra o experimento alguna sordera? ¿Cómo trasmito mi fe? ¿Lo hago con mi vida y viviendo mi compromiso de ser cristiano? ¿Me atrevo a proclamar abiertamente el mensaje sanador del Señor? ¿Lo proclaman mis obras? Si no es así, me siento disponible para que suceda un encuentro con el Señor para que sane mi sordomudez? Hablo de esto con el Señor.

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