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Mario Alberto Castillo Luna

Discernimiento: don y gracia de Dios





Discernir es una escucha de nuestro interior, para seguir el proyecto que Dios nos va mostrando poco a poco. Una escucha que lleva a una progresiva conversión y purificación para llegar a experimentar la presencia del Señor. Es un sumergirse, sentir y encarnar a través de los movimientos interiores del corazón, la voluntad del Padre a través de su Hijo Jesucristo. Una continua búsqueda de la libertad de los hijos de Dios que conduce por caminos siempre nuevos y originales, desde la sencillez de la experiencia cotidiana.


Para discernir es necesario distinguir lo que viene de la carne y lo que viene del Espíritu como lo afirma san Pablo en Ga 5, 16-35. Jesús es el Maestro y modelo del discernimiento por excelencia, como lo testifican los evangelios. Sin embargo, a lo largo de la historia a muchos hombres y mujeres, Dios les ha concedido la gracia de poder llegar a conocer su voluntad a través del discernimiento espiritual practicado en su vida. Ellos nos dan testimonio de comunión y amistad con Dios, con contextos y circunstancias particulares.


El discernimiento es genuino cuando produce frutos buenos, que se ponen siempre al servicio de los demás. El encuentro con la persona de Jesús, se traduce en entrega y generosidad por la causa del anuncio y construcción del Reino desde ahora.


Es preciso señalar que el discernimiento es un don que viene de Dios, que aunque puede recibir aportes de sabidurías humanas, existenciales, psicológicas, sociológicas o morales, sin embargo, las trasciende a todas. El discernimiento requiere disposición, obediencia al Evangelio, paciencia, perseverancia, generosidad, humildad, silencio exterior e interior para escuchar a Dios.


El Papa Francisco en su encíclica Gaudete et Exsultate sostiene que actualmente, se vuelve particularmente necesario el hábito del discernimiento. Debido a que la vida actual ofrece muchas posibilidades de acción y distracción, y las presenta como si todas fueran válidas y buenas. Discernir tiene que ver con la capacidad de mirar y leer la realidad de cada día desde la mirada de Dios, fuente de Vida verdadera, que nunca se agota. Tiene que ver con la capacidad de afinarnos en el tono de Dios, de empaparnos del deseo de Dios y alinearnos con su sueño, su proyecto para la Creación, de crecer en libertad y confianza en Él.



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