Dios trabaja sin que nos demos cuenta
"Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus obras si primero no lo ata”…
La Sagrada Escritura contrapone dos mujeres: la que desobedeció en el paraíso y la que tuvo como lema y gloria el cumplir con la voluntad de Dios.
El Reino que Cristo instaura es a base de obediencia y amor, está en lucha con otro reino prometeico que se busca y se ensalza a sí mismo. Esta hostilidad de los dos reinos se le ha hecho ver al hombre desde sus comienzos. Deberá el hombre no desanimarse por estar en lucha continua contra el mal, renovando día a día su actitud interior. Recordemos la frase de Cristo Señor: “he venido a traer la guerra y la espada”… Todo esta escrito para nuestro bien y aunque nuestra condición física se vaya deshaciendo, nuestro interior se renueva día a día.
No nos fijemos en lo que se ve, sino en lo que no se ve. Lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.
A los que creen no tener pecado porque cumplen todo lo mandado ritualmente y condenan a otros, Cristo les repite las palabras de los profeta Oseas: “no conoce a Dios el que lo reduce a la práctica del culto”… hay que esforzarse por conocer a Dios y encontrarlo, allí donde él nos dice que está: en la práctica de la misericordia, de un amor que se debe en justicia y no puede sustituirse con un culto encubridor. La conversión auténtica excluye la seguridad que puede ofrecernos un culto equívoco.
Se requiere la actitud receptiva del que cree que solo es salvado gracias a Cristo.
La peor blasfemia contra el Espíritu Santo, se caracteriza por la malicia y el endurecimiento de pecador. De ahí, la imposibilidad de que sea perdonado. La misericordia no puede concederse a quien no quiere aceptarla.
Cuando nos abrimos al mal somos esclavos del mal. Cautivo es uno que se desparrama, se deja aprisionar, se deja manejar.
Hay que permanecer siempre esperando en Ti Señor y solo en Ti. Cristo es vencedor del pecado y de la muerte.
Sin despreciar el presente -que sería una sabiduría muy triste- aunque sea un trabajo muy doloroso desprenderse y desligarse de uno mismo, es necesario permanecer siempre “esperando en Ti Señor”, poniendo en Ti nuestra confianza.
Dios trabaja sin que nos demos cuenta, por nuestra plenitud eterna. Lo invisible no está ausente; hay que esperar no solo en el don de Dios, sino a Dios mismo como íntimo término de nuestro esfuerzo y como principio de todo mérito. Ojalá así trabajemos espiritualmente.
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