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Del éxito al fracaso

  • Pbro. Francisco Ontiveros Gutiérrez
  • 15 sept 2024
  • 2 Min. de lectura

El evangelio de hoy (Mc 8, 27-35), nos muestra que en un mismo día se puede estar en el éxito más grande y en el más aplastante fracaso. 

Jesús se encuentra un andar íntimo con los suyos cuando, de pronto, le asalta una duda, le interesa saber qué es lo que la gente piensa sobre Él. Qué se va diciendo por ahí. A Jesús también le interesa qué significa Él para sus amigos, para los discípulos. Pedro toma la palabra y con toda claridad le hace saber que para ellos es el Mesías. ¿Cómo es mi amistad con el Señor? ¿De qué nos gusta hablar?

Justo en el clímax de las confidencias, cuando Pedro ha tenido un acierto impresionante, es cuando Jesús decide hablarles con toda claridad, y les anuncia a lo que será expuesto: mucho sufrimiento, rechazo y muerte (Mc 8,31). Esto sale de los esquemas de comprensión de Pedro y comienza a influir para que Jesús tome otra ruta (Mc 8,32). La figura de Pedro es ejemplar en todos sus aspectos. Su vida es una especie de espejo en el que podemos ver nuestra propia vida. Un día glorioso Pedro hace su profesión de fe y el mismo Señor le felicita y, poco más adelante, el mismo día, el Señor le hace ver a Pedro que su pensar no es el de Dios, que su querer dista de lo que Dios ha dispuesto. ¿Qué me hace pensar la escena? ¿Qué resuena en mí de la actitud de Pedro?

Por supuesto que esto habla de nosotros, que como Pedro tenemos un servicio en la comunidad, nos toca coordinar grupos, equipos, estar al frente de servicios, sea lo que sea. Nos puede suceder que, acostumbrados a coordinar, queramos coordinar hasta al mismo Señor, marcarle la ruta, querer indicarle cómo ser el Mesías. ¿He tenido la tentación de marcarle al Señor la ruta que quiero que siga?, o la ruta por la que me gustaría que me llevara. 

La vida cristiana es una conquista diaria, continua. El éxito de un día no define la vida en su totalidad y en su complejidad. El discernimiento ayuda a reconocer las veces en las que, como discípulos en lugar de ser piedra de fundamento, uno se convierte en piedra de tropiezo. El Señor nos muestra lo importante de ir detrás, de aprender, de no pretender enseñarle a Él la ruta que nos “conviene” que tome. 

Señor, gracias porque nos miras con amor, ayúdanos a ponernos siempre detrás tuyo, en el espíritu de la renuncia, cargando nuestra cruz y siguiendo tus pasos. 

Dialogo con el Señor de todo esto.

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