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Foto del escritorPbro. Manuel Jiménez

Del morir aprendemos a vivir

Actualizado: 27 feb 2021


«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere permanece solo, pero si muere da mucho fruto. El que ama su vida para sí, la pierde, el que entrega su vida la conserva para la vida eterna» (Jn 12, 24-25).

Esto lo aplica Jesús primero a sí mismo, que por su muerte alcanzará el perdón nuestro. En segundo lugar, lo aplica para todos nosotros, para enseñarnos a no poner el corazón en nuestro yo, ni en esta vida que se nos escapa de las manos; y a buscar el nuevo nacimiento según el Espíritu; prometiéndonos una recompensa de vida eterna, semejante a la que Él mismo tendrá.

No se trata de vivir con la obsesión angustiosa de la muerte. Sino de tenerla en cuenta sensatamente en el empleo de nuestro tiempo y en la calidad de la existencia. Dice B. Pascal: «No habiendo podido encontrar remedio a la muerte, a la miseria, a la ignorancia, los hombres para ser felices, han tomado la decisión de no pensar en ello».

La vida no hay que malgastarla, pero tampoco hay que ahorrarla, la vida es para entregarla en lo que vale la pena. La vida se hace gozosa y gratificante cuando se vive con un sentido que le da unidad y en aras de un gran amor que le dé consistencia. No como episodios desligados o instantes discontinuos, sino como etapas que conducen a una maduración definitiva.

La apariencia de este mundo pasa, pero lo verdaderamente real de este mundo permanece para siempre. Y se necesita sabiduría para conocer la diferencia.

La vida no es triste, pero es seria. Se vive una sola vez y ese tiempo hay que aprovecharlo para fraguar lo definitivo. Y esa seriedad de la vida es fundamento de una paz y una alegría muy honda, cuando el tiempo que pasa se aprovecha para vivir a fondo lo que verdaderamente vale.

El ideal sabio nos dicen: «no temo a la muerte porque no es una desgracia, sino el momento de la liberación y la entrada en la plenitud definitiva».

Cuando somos capaces de entregar la vida voluntariamente y por amor, la muerte es suprema culminación de donación y llegaremos a la resurrección que opera el amor. No es nada fácil, ni logro del esfuerzo humano, solo con la gracia y ayuda de Dios: «En la paciencia poseerás tu alma».

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