Danos siempre de tu Pan
Todos lo buscan, siempre lo buscan… El evangelio abre sus páginas contándonos la búsqueda de Jesús por parte de los Magos de Oriente, de inmediato la búsqueda por parte de Herodes para matarlo. Ya en su ministerio unos lo buscan porque quieren escucharlo, otros porque quieren tocarlo, unos más porque están enfermos y quieren la salud de diversas enfermedades. Es buscado tanto de día como de noche. Sus detractores lo buscan para enredarlo y hacerlo caer. Es buscado para matarlo y, hasta muerto, se le busca en el sepulcro. Jesús es el más buscado, el buscado por todos. Juan narra que la gente busca a Jesús con una ansiedad implacable (cfr. Jn 6, 24). ¿Qué busco?, ¿qué persigo?, ¿busco al Señor?
Jesús descubre de inmediato que la única razón por la que lo buscan es porque les dio de comer sin esfuerzo. Lo buscan por conveniencia y por comodidad, como pensando: si vamos con él, tendremos comida gratis (cfr. Jn 6,26). Esa es una búsqueda egoísta, centrada en sí mismo, en buscar la propia tranquilidad. ¿Cómo busco al Señor?, ¿dónde lo busco?, ¿por qué lo busco? Incluso si no lo busco, también de eso puedo dialogar con Él.
Jesús le dice a esta gente que lo busca, y en ellos a nosotros: “esfuérzate por conseguir el alimento que da la vida eterna” (Jn 6, 27), ¡vaya parón!, esto es como un balde de aguas heladas, ¿por qué nos enforzamos?, ¿los cansancios de cada día valieron la pena?, ¿mis esfuerzos son por el alimento que da la vida eterna? Como dice el proverbio, “de nada sirve correr muy rápido si vamos en la dirección equivocada”. De nada sirve buscar, si por buscar nos perdemos. Acabar la vida enfermos o postrados, por algo que no valió la pena, ¡vaya fracaso!, una vida irremediablemente perdida.
Jesús habla de sí mismo como pan, ¡como el Pan que da la vida!, y es muy claro: con Él no se vuelve a tener hambre ni sed (Jn 6,35). Un discípulo no puede conformarse con cualquier comida, con alimentos que sólo engordan. Lo tenemos a Él, el Pan. No podemos beber aguas sucias y contaminadas, con Él no hay más sed. ¿De dónde me alimento?, ¿me siento nutrido? Señor danos hambre y sed de ti, y danos siempre de tu pan.
Comments