¿Cómo perdemos nuestra capacidad de estar presentes?
Para la psicoterapia Gestalt, ha sido primordial dejar en claro que uno de los objetivos en la terapia es estimular y desarrollar en el individuo, la capacidad del «darse cuenta», de «estar aquí y ahora», desde una visión total: cuerpo, mente y espíritu; y que reconoce en el hombre mismo todo lo que es y aquello que no es; invita a no separar mente de cuerpo, ni de espíritu, y no poner la personalidad, por un lado, el ser pareja por otro, madre, padre, etc.
Invita a vivir en el presente y no para el presente, que es totalmente distinto. Para poder estar conectados con ese presente continuo, nos tenemos que remontar a nuestro ser bebé, un mundo lleno de sensaciones que recibe de los estímulos del entorno y es, esta misma condición del recién nacido lo que le permite «ser» y «estar» percibiendo todo con gran asombro, al tiempo que las interacciones con el entorno y los demás, lo que van moldeando.
Toda esta convivencia con el bebé conforme crece, el trato que se le da, el irse adaptando unos a otros, sensibilizará los canales de percepción por medio de los cuales comprenderá y expresará la información que viene del mundo (Cf. Polster, 2001), y de igual manera se da la conformación de un «Sí mismo» (o «self» por sus siglas en inglés). Pero ¿cuándo sufrimos esta desconexión con nosotros mismos?, ¿cómo se pierde el percibir más allá de los sentidos y cómo es que se pierde?
Respondiendo a lo anterior: son las relaciones interpersonales, del grupo, del clan, de la vida en sociedad, que graban en nosotros expectativas y mucho más aún, estructurarán nuestra mente, imprimiendo creencias ya dadas. Al configurarnos con las exigencias de otros y no porque esté mal que tengamos normas y todo aquello que guíe nuestro comportamiento, sin embargo e inevitablemente pueden provocar una separación o divorcio del «Sí mismo», es como una desconexión, un apartarnos de lo que es nuestro verdadero ser, dejando de hacernos caso o de buscar lo que nos da tranquilidad, paz o placer; dejo de hacer aquello que; aunque parezca una tontería para otros, es importante para mí, y me refiero a cosas como: «ver mi cocina limpia como a mí me gusta», «prepararme una ensalada y sentir que como algo saludable», hasta generar ingresos y ser emprendedor, si es que eso te da paz, claro está.
Hay tantas cosas de la vida simple que ya no disfrutamos porque tuvimos que entrar en el molde para ser aceptados, para sentirnos parte del grupo, creer que «tengo un lugar seguro a dónde llegar», es lo que me ha vuelto condescendiente con lo que quieren otros y comienzo a querer alcanzar y cubrir esa frustración con necesidades ficticias, creadas por publicidad, por lo que veo en las redes sociales, que si bien hay cosas positivas que nos sacan una buena carcajada, son más las que nos muestran un falso «yo», un falso «self» y es ahí que viene la amargura de mi existencia que no es tan «cool», ni tan «fantástica», como la que creo es la de los demás.
A todo ello le agrego que una y otra vez, se me presentan situaciones en las que me siento traicionado, hastiado, deprimido, por no darle nombre a eso que me frustra, por lo que no le encuentro chiste a la vida, y mucho menos cuando no me adapto a la vida cambiante, en palabras de Carl Gustav Jung, «hasta que no hagamos consciente lo inconsciente, le seguiremos llamado destino», ahogándome más en mi propia y particular existencia, con ganas de ser otro que no soy.
Quiero recalcar la parte en que al no contactar conmigo mismo, al no llamarle a la «cosa» que siento en mi interior que no me deja ser y, al no nombrar a mis emociones, pierdo la noción de lo que creo es real, desconozco aquello que proviene de mí, lo que es de mi pareja, de mi padre, mi jefe, por así decirlo; y me voy a mi fantasía e imaginación, hermosa capacidad, pero que puedo estar utilizando de forma dañina y por eso me hará no estar «aquí» viviendo lo que éste día trajo para mí, con aquello que pueda aprender de la experiencia de tal o cual momento, porque una imaginación que distorsiona la realidad, provoca sufrimiento innecesariamente.
Por eso confirmo y reafirmo que la auto indagación de cómo fueron mis primeras interacciones en este mundo, qué fue lo que mi clan, mi tribu, mi grupo y mi sociedad a marcado en mi inconsciente para que ahora me haya creído todo sin filtro, desconociendo partes de mí, partes de los demás, para comenzar a realizar todo lo que hacemos en nuestra cotidianidad con más consciencia, preguntándome si eso que estoy pensando pertenece a un momento no presente, no vivido aún, y que me hace generar mucha ansiedad en mi mente, en mi cuerpo y que me puede desconcentrar incluso cuando voy manejando. Repasa tú historia y no te abandones, recupera tus momentos presentes, entendiendo de dónde vienes y cómo has perdido tu conexión contigo mismo y tus momentos presentes.
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