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Emmanuel Moroni Lara

¿Cómo alcanzar un desarrollo holístico?




Para poder dar respuesta a esta pregunta necesitamos entender a qué nos referimos con el término “holístico”. El holismo es un concepto creado por Jan Christiaan Smuts en 1926 que surge de la palabra griega hólos que significa ‘todo’, ‘entero’ y que se puede resumir en la afirmación siguiente: “un todo que es mayor que la suma de sus partes”. En este artículo, este ‘todo’ del que hablamos es la persona.


Al centrarnos en la persona y su desarrollo es necesario, por fines didácticos, identificar las distintas dimensiones que hay en ella. Varios autores coinciden que el ser humano posee cuatro: física, afectiva, mental y espiritual. Algunos otros consideran más como: social, ética, estética, entre otras. Sin importar la teoría que defina cuántas son las dimensiones, el desarrollo holístico considerará todas ellas como parte de un todo. De modo que, es de mayor importancia la persona en sí mismo que las partes en las que podría dividirse.


Una teoría filosófica que sustenta estas afirmaciones es la del personalismo, fundada por Emmanuel Mounier. Dicha corriente surge como síntesis de dos movimientos que se dieron durante las dos guerras mundiales: el individualismo y el colectivismo, que a su vez derivaron en dos sistemas políticos, el capitalismo y el comunismo respectivamente. Sin embargo, las afirmaciones de Mounier buscaron concebir a la humanidad como seres sociales, así como individuales. De este modo, rescatar el valor intrínseco que cada uno sin importar sus convicciones personales.


En el deseo de dignificar cada vez más nuestras vidas, es que realizamos este planteamiento buscando reconocer los elementos necesarios para alcanzar un desarrollo holístico. De principio, debemos tener en cuenta que las diversas dimensiones humanas necesitan ser identificadas, atendidas y satisfechas.


Para poder alcanzar lo anterior, es conveniente describirlas. Cuando consideramos la dimensión física tenemos presente todo aquello que sucede en el cuerpo y la atención que esto requiere (salud, instintos, procesos orgánicos, sentidos). En cuanto a la dimensión afectiva, están incluidas nuestras emociones y sentimientos, siendo las primeras aquellas que surgen en contacto con nuestro entorno y les damos un nombre (miedo, alegría, tristeza, enojo o afecto); las segundas a la experiencia posterior que es más duradera e impacta en nuestro estar.


Respecto a la dimensión mental, entran en juego todos los pensamientos, sueños, anhelos, conclusiones racionales y discursivas que alcanzamos como parte de nuestra experiencia física, emotiva y espiritual. Y finalmente, la espiritual es aquella dimensión que concibe todo lo trascendental que mueve los afectos del ser humano. Cuando hay un desarrollo holístico, todos estos elementos están atendidos; si se privilegia alguno, otro pierde valor.


Para poder atender cada una de ellas, podemos reconocer que como personas tenemos recursos que nos han sido dados desde la experiencia y con ellos buscamos desarrollar nuestras distintas dimensiones. Es probable que en este camino identifiquemos que alguna de ellas esté quedando relegada. En estos casos conviene buscar apoyos externos que nos permitan su atención. Desde mi propia experiencia y aquello que más me ha nutrido de manera holística, me gustaría compartirles dos posibilidades que no se contraponen, sino que se complementan.


Una propuesta holística que surge desde la fe católica es la espiritualidad ignaciana que busca vivir la fe desde la acción, es decir, aquello que se vincula a lo más trascendental se manifiesta en cuestiones particulares del plano terrenal. De modo que lo anterior implica un proceso humano integrador.


La experiencia fundante de San Ignacio en la cueva de Manresa fue un ejercicio de este tipo, ya que en él consideraba las dimensiones antes nombradas. La experiencia espiritual impactó en sus instintos, emociones y conclusiones racionales. Por ello, la posibilidad de vivir en nuestro día a día los Ejercicios Espirituales que él nos ha dejado como guía, favorecen un desarrollo dignificante de la persona, que la valora como un todo e involucra lo que en ella existe.


También partir desde un plano más humano que atienda las distintas dimensiones de la persona es posible, sin olvidar que el plano espiritual es igual de relevante que el resto. Esta posibilidad está más relacionada con lo psicológico que implica un proceso psicoterapéutico. Éste va más enfocado a la dimensión afectiva y atendiendo a ella, el resto también van siendo nutridas. Por ejemplo, mi cuerpo deja de reflejar aquello que estoy sintiendo y que hasta ahora no me había atrevido a expresar. También, el vínculo que establezco con lo Divino me afecta (mueve mis afectos) de tal modo que me relaciono de una manera cercana y real a un algo trascendental. Y todo ello repercute en la ideología que da sentido a mi vida.


No importando cuál dimensión es el punto de partida, el desarrollo holístico sucederá cuando todas ellas sean atendidas y enriquecidas.

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