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Foto del escritorLuis Ariel Lainez Ochoa

Cuento contigo, cuentas Conmigo


La espiritualidad del tiempo ordinario es siempre una fuente basta que no se agota, erróneamente hemos entendido lo ordinario como lo común, lo rutinario, lo poco sorprendente, lo ya conocido. Sin embargo, cada domingo de este tiempo quiere recordarle al corazón del creyente que el Maestro está presente en esa cotidianeidad, que sus enseñanzas fueron pronunciadas precisamente para aplicarse en las situaciones más simples de la vida del discípulo y no únicamente en ocasiones especiales.


De hecho, el tiempo Ordinario marca el paso del discípulo, su compás. Recalca que la gran misión de la evangelización se lleva a cabo en la historia personal de cada individuo que ha sido tocado por la gracia, esa gracia que se desborda y se comunica no de manera fausta y ruidosa, no con platillos y trompetas, sino en ese trato hacia los demás nacido en un Amor probado y vigente.


Jesús continúa con las advertencias previas al envío misionero, la primera advertencia que el discípulo debe tener presente es precisamente esa, que es discípulo¸ que es enviado. No realiza una tarea por autoafirmación ni por mérito personal sino la lleva a cabo siendo consciente que va de parte de alguien, de parte de Dios.


Si el misionero profundizara en esta advertencia quizás habría menos problemas de organización en nuestras iglesias, menor protagonismo, más unión, más armonía.


Por costumbre, casi en todos lados cuando un misionero es enviado se le otorga una cruz como signo de este mismo envío, la cruz es una manifestación visual de que el creyente se ha puesto en camino y ahora es un colaborador del Reino. Si pudiéramos hablar de un signo espiritual -entre los muchos que hay- que el enviado está llamado a transmitir es sin duda la paz.


La paz es el carnet de identidad de todo aquel que bajo la inspiración del Espíritu ha comenzado la aventura de llevar el mensaje de salvación al mundo. Esa paz que jamás puede ser una especie de estatismo, de neutralidad o de impasibilidad; sino esa paz que viene de lo alto, esa fragancia que se respira e inunda el ambiente, que transforma los conflictos en oportunidades, la discordia en reconciliación, la lejanía en comunión. Hoy necesitamos tanto la paz, hoy el mundo grita por verdaderos heraldos de ella en cada rincón que sufre y colapsa.

Casi para terminar el Señor Jesús advierte sobre el ídolo del éxito, del prestigio, del boom. Nuestra principal ocupación es que nuestros nombres estén inscritos en el cielo; más no como una preinscripción, un paso aventajado que nos libre del castigo, un tipo de garantía que tranquilice mi consciencia momentáneamente.


Que nuestro nombre esté inscrito en el cielo no es otra cosa que la certeza de saber que en todo momento y circunstancia yo cuento siempre con Él y que del mismo modo Él cuenta siempre conmigo. Que vivimos unidos, que nos conocemos, que nos queremos.


En el silencio de la oración me pregunto: ¿Cuántas veces he sentido que la Iglesia o una de sus tareas me pertenece?, ¿me he sentido estresado alguna vez por creer que los frutos dependen de mi esfuerzo y capacidades?, ¿hoy que tanto vive mi corazón en la paz de Jesús?, ¿tengo la capacidad de comunicarla?. Le pido al Señor conocerle internamente para recibir su paz.



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1 Comment


carolina0509
Jul 03, 2022

Qué lectura tan agradable y qué mensaje! 👌🏼

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