Consecuencias de la desconfianza

Hay enseñanzas evangélicas que cuesta trabajo comprender.

Dios es nuestro Padre, y no de cualquier manera, es un Padre que nos quiere muchísimo, que vive preocupado por nosotros y, además, tiene poder sobre el universo de tal manera que nosotros como hijos suyos no deberíamos tener ninguna razón para preocuparnos.

Y nos preocupamos porque al no vivir esa fe, abrimos una grieta en esa unidad de nuestra vida y de nuestro pensamiento; y dejamos que se meta el miedo de espíritu de este mundo y con ello nuestra vida se divide entre Dios y el dinero. Inseguros de Dios, vamos depositando nuestra confianza en otros elementos, en otros poderes materiales; se distorsiona nuestra fe en Dios y también nuestros valores, nuestros ideales, nuestra caridad y las relaciones familiares y sociales.

Nos vamos inclinando cada día más, a lo que es tener, olvidando que la nuestra es una filosofía del ser y no del tener. Yo soy, yo, y no lo que tengo o me pongo encima, y así, en vez de confiar en Dios que nos ama, nos ponemos a confiar excesivamente en lo que propone, en lo que impone el mundo en que vivimos. Es lo que se está viviendo hoy en día.

El espíritu de Dios nos exhorta a que vivamos más, que luchemos por el Reino de Dios y su justica, porque nunca se ha dado el caso de que un hombre que vive efectivamente sus relaciones de servicio con los demás se quede sin lo fundamental y lo necesario.

Todo esto que estamos viviendo es una llamada a volver a las cosas básicas y fundamentales de la vida: «Busquen el reino de Dios y su justicia»

Los tesoros de los que aman a Dios no son los tesoros de los paganos que lo ignoran. No pongas tus tesoros en lo que se corrompe y se devalúa. Es más hermosa la mirada de un niño, que una joya de valor que te puedas colgar en el cuello. Y no hay mayor belleza que la de una familia que se ama. Ni hay nada que dé sentido a la vida que el servicio a los demás.

¿Y el dinero? Pues hoy viene y mañana no viene. Hoy esta aquí y mañana no está. Si sabemos que tenemos a Dios por Padre, lo demás se nos dará por añadidura.