Conozco a mis ovejas y ellas me conocen
La parábola del Buen Pastor que hoy reflexionamos, adquiere especial relevancia en el tiempo pascual en que nos encontramos, pues estamos celebrando la victoria de Aquel que derramó su sangre y entregó la vida por sus ovejas.
En este pasaje narrado por San Juan, Jesús enfatiza que Él conoce a sus ovejas y que sus ovejas lo conocen. Así es en realidad, no se puede seguir al Señor, sin conocerlo y sin creer en él. Recordemos aquel otro texto, también consignado por San Juan Evangelista, en el que dos discípulos le preguntan a Jesús: ¿Dónde vives maestro? Vieron dónde vivía y esa tarde se quedaron a convivir con el Señor. No hay duda: son suyos los que creen, es suyo todo aquel que da crédito a su palabra y reconoce su voz. “Yo las conozco y ellas oirán mi voz.”
Cristo no es un líder mundial que arrastre multitudes, a Cristo no le interesa ser la gran figura; muchos todavía quieren verlo en el estrellato y al no conseguirlo, se frustran, dan la media vuelta y se van… no son ovejas de su redil, se olvidan que la Iglesia fundada por Jesús, es ante todo una comunidad de creyentes. Sin embargo, nadie está excluido: “Tengo otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga para hacer un solo rebaño con un solo pastor” ¡Sí! el hato está abierto para todo aquel que quiera escuchar la voz del Pastor; Él nos encabeza y su Espíritu nos guía hasta la verdad plena.
Y tú, ¿Conoces al Pastor?
Se cuenta que un excelente declamador, al terminar su actuación se dirigió al público que admirado le aplaudía y les dijo: Ahora pídanme que les recite algún otro poema.
Un anciano sentado al final del auditorio le dijo: ¿Conoce Usted el Salmo 23, El Señor es mi pastor? El poeta le dijo, sí lo conozco y con gusto lo declamo con la condición de que, cuando yo termine, Usted también lo diga. El anciano accedió a la condición.
El poeta declamó el Salmo; su voz y su dicción fueron perfectas y al terminar toda la audiencia estalló en una prolongada ovación.
En seguida, tocó el turno al anciano. Se puso en pie, cerró sus ojos y recitó el Salmo. Cuando acabó, siguieron unos segundos de silencio reverente, no hubo aplausos y a algunos les asomaban las lágrimas.
El actor se dirigió a los oyentes y dijo emocionado: ¿Se dan cuenta lo que acaba de suceder? Yo conozco el Salmo; PERO ESTE HOMBRE, CONOCE AL PASTOR.
Reflexionemos juntos: ¿Qué personas guían mi vida? ¿Me cuesta escuchar la voz de Dios? ¿Te sientes parte de su rebaño? ¿Qué deseas decirle hoy a Jesús, el Buen Pastor?
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