Comer la carne y beber la sangre de Cristo
En el Evangelio de hoy el Señor nos invita a entrar en una comunión muy especial, ya en los domingos pasados nosinvitaba al banquete por medio de la multiplicación de los panes y los pescados donde se mostraba como Dios providente que no olvida a su criatura, sin embargo ahora se centra en un alimento que da vida eterna y habla de su propio cuerpo y sangre, un lenguaje que no es fácil de comprender, es por ello que causa escándalo en sus interlocutores; que careciendo de lo esencial para comprender el mensaje cuestionan a Jesús.
Para la comunidad de bautizados, que hemos recibido la fe como un regalo, nos capacita para entender lo profundo de las palabras del Señor y nos lleva a entrar en una comunión que nos alimenta espiritualmente y nos fortalece para enfrentar nuestra vida como cristianos
Ante todo, Jesús nos asegura que los que le coman tendrán una estrecha relación interpersonal con él: "El que come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí y yo en él". Es una admirable comunión la que nos promete. Parecida a la que en otro capítulo expresa con la comparación de la vid y los sarmientos: el sarmiento que "permanece" unido a la VID, tendrá vida.
Pero hay otra afirmación más profunda e inesperada. Jesús compara la unión que va a tener con los que le coman con la que él mismo tiene con el Padre: "Igual que yo vivo por el Padre y me ha enviado, el que me come vivirá por mí”.
Son afirmaciones muy fuertes. No las hemos inventado nosotros. La palabra de Jesús, después de dos mil años, sigue fiel: él mismo es nuestro alimento y nos comunica su propia vida. Este pan y este vino de la Eucaristía, de un modo misterioso pero real, son su misma Persona que se nos da para que no desfallezcamos por el camino y tengamos vida en abundancia. Si venimos a Misa es para unirnos a Jesús y por medio de Él al Padre Celestial.
El Señor nos invita a profundizar un poco más en el inestimable valor de la eucaristía, y en la búsqueda de él como alimento diario que llena el corazón. Ante esta propuesta medito un poco. ¿Tengo hambre del Señor? ¿Apetezco un verdadero amor incondicional? ¿Tengo sed de justicia y de paz? ¿Encuentro todo esto en el Señor? Hablo de esto con él.
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