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Pbro. Francisco Ontiveros Gutiérrez

¡Claro que no era normal!



Ni Jesús se salvó de los comentarios de la gente. Recibió todo tipo de calumnias, de las que dan cuenta los evangelios: “borracho, glotón, amigo de pecadores, cercano a las prostitutas…,” ahora Marcos presenta dos, una venida de sus propios familiares y otra venida del grupo de los eruditos, de los teólogos de la época. Sus parientes decían que estaba trastornado (Mc 3,21), y los maestros de la ley que estaba endemoniado (Mc 3,22). Ese es el mecanismo de defensa con el que muestran su rechazo por lo que Jesús hace. ¿Cómo actúo ante lo que no encajan mis esquemas?, ¿qué despierta en mí lo distinto?


Su falta era no ser como los demás, salirse de los esquemas de lo “políticamente correcto”, eso es lo que le gana la fama de loco y endemoniado. ¡Vaya locura!, pero qué desproporción. Y es que, desacreditar a los demás es muy fácil, no se necesita más que un poco de creatividad para dar al traste con la buena fama del otro. Jesús mismo lo vivió en carne propia. Esto, ¿qué me hace pensar?


Las reacciones de Jesús siempre son impresionantes, ¿cómo actuamos nosotros cuando nos enteramos de lo que va diciendo la gente a nuestras espaldas?, a todos nos molesta y nos hace hervir la sangre enterarnos lo que dicen de nosotros, tanto nuestros propios familiares como los que se revisten del halo de su ciencia y sabiduría. Sin embargo, Jesús no pierde tiempo limpiando su imagen, no se detiene en eso; la gente que hable y diga lo que quiera.


Más bien, aprovecha la situación para insistir en dos asuntos, el primero es la unidad, “un reino dividido no puede permanecer” (Mc 3,24), eso sí es relevante, luchar por la unidad, por la propia integridad, por la armonía personal y comunitaria, eso sí merece la pena. Y esta lucha se consigue fortaleciéndose “nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus bienes” (Mc 3,27). Posiblemente la tarea de toda nuestra vida está en fortalecernos interiormente y luchar en favor de la unidad: al débil le asaltan y saquean sus bienes y la división lleva a la ruina. ¿cómo me llega esto?


Ese es el tamaño de esta locura, ¡sí que estaba loco!, tenemos la oportunidad de ser de la misma familia del Salvador, sólo se necesita cumplir la voluntad de Dios.  “Gracias Señor por tu aventura y libertad, por tu ánimo festivo, por enseñarnos a no preocuparnos tanto del “qué dirán”, y gracias porque nos ofreces ser parte de tu familia, ayúdanos a enloquecer por el Reino como tú, como los Doce, y como tantos y tantos que durante siglos han enloquecido con el proyecto del Reino”.

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