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Foto del escritorPbro. Artemio

Cerrando ciclos



Las situaciones inconclusas son las que suelen desgastar el propio presente vital. Tal parece que esta realidad nos muestra una especie de administración cíclica de las cosas o, al menos, eso se ha aprendido desde que uno escucha en -la primaria- el ciclo de la vida: nacer, crecer, reproducirse y morir y el fascinante ciclo del agua. En fin, aunque no se quiera aceptar esta estructura cíclica de la realidad, al menos se percibe que en nuestro mundo temporal todo tiene un comienzo y un fin.


Nada hay de nuevo en ello. No se está, si se quiere ver así, descubriendo el hilo negro de la vida. No al menos a nivel cognitivo. Pero cuando esto se va internalizando, uno se puede percatar de que en las cosas de adentro, es decir, los sentimientos, las emociones, las ideas, las razones, los recuerdos, etc., no siempre se tiene esta luz tan clara o una conciencia tan nítida de que tales o cuales situaciones ya han llegado a su fin. A veces brotan las ganas de querer aferrarse (agarrar fuertemente) a personas, acontecimientos, recuerdos, relaciones, etapas de vida, trabajos, roles, lugares, etc., que en el propio presente, solo es posible cargarlos en la memoria, porque estos ya no tienen un referente afuera, en la realidad.


De esta manera, el principio de realidad ayuda y confronta a la vez. Lo que fluye de modo natural nos muestra dos cosas: el cambio y el movimiento. ¡Y eso es una genialidad! Es la oportunidad real de mejorar la propia situación, si es que eso es lo que se desea. El entorno natural conlleva una fórmula, si se permite expresarlo así, «mística» que reza de la siguiente manera: cambio (+) más movimiento igual a (=) transformación. Eso es posible porque dentro de cada ser existe una fuerza o energía que lo impulsa siempre hacia su propio bien y mejoría. Es lo que desarrolla de modo magistral Carl Rogers cuando habla de la «tendencia actualizante» de cada ser viviente.


En fin, avisados de esta estructura natural y real, uno puede darse la oportunidad de salir de esos atascos. La propia naturaleza está de nuestra parte. Así, se pueden soltar ideas erradas como las de querer permanecer como niños eternos, adolescentes tardíos, empleados inexistentes, estar vinculado con quien no quiere hacer vínculo, relaciones fantasma, jefes de nadie, etc. El propio presente está informando lo que es y lo que ya fue. Esto lo detecta el organismo. De tal manera que, cuando fluye con lo posible y real, este se deja transformar y mejorar, pero cuando se atasca porque una parte desea aferrarse a lo que ya no es, el organismo decrece, se atora y enferma. Esta sensación es real.


Este día puede ser propicio para que uno se pueda dar la oportunidad de revisar aquellas cosas que han quedado inconclusas por decisiones propias y por adhesivos añadidos de nuestra parte. Al vivir hoy el fin de un año civil (un ciclo), se puede aprovechar esa conciencia colectiva para decir «adiós» a lo que ya fue y ya no tiene cabida, y así poder decir «hola» a todo aquello que se presenta como una oportunidad. Adiós 2020, hola 2021.

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