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Foto del escritorPbro. Manuel Jiménez

Amo, amando=Creo,creyendo





Así como la vida humana así también la vida de la fe es un proceso que pasa por diversas etapas. No es igual la fe de un niño que la fe de un adulto.


La fe que no se alimenta no va creciendo y evolucionando con el madurar de la persona se va apagando y llega a reducirse a formulismos intelectuales, al recuerdo de la niñez o a la práctica de una rutina de costumbre.


Al igual que el amor y la amistad es una vivencia que compromete a todo el hombre, en todos los niveles de su ser, y a través de todas las épocas de su vida. Es todo el hombre el ama y cree. Con la inteligencia captamos su contenido que se expresa en fórmulas; tiene además resonancia afectiva que percibe el corazón y compromete a la voluntad; y acaba en la decisión de creer y realizar en la vida real de cada día. En ésta decisión solo hay descanso si se toma para siempre, exige su actuación en las circunstancias de la vida cotidiana; es decisión radical que siempre pide nuevas decisiones concretas.


Nunca podemos asegurar que ya llegamos a la madurez de la fe. Es tarea de cada día y minutos más avanzamos, tomamos conciencia de lo que falta por recorrer.


Todo conocimiento supone quemar etapas. Se tiene que renunciar a “infantilismos” en la fe, pero sin matar a ese niño que hay que conservar dentro de nosotros como condición para entrar en el reino de Dios.


La práctica de la fe está llena de posibilidades inimaginables.


Pero una de ellas es la capacidad de asumir las dificultades.


Creer supone la capacidad de vivir con las dudas. Nos encontramos con grandes interrogantes filosóficas o científicas que no tienen por qué echar abajo nuestra fe.


Mi relación con Dios, que es la esencia de mi fe, no fracasa porque en algún momento dado surjan dificultades, cuando me siento unido a una persona por el afecto hay bloqueos o males entendidos que empañan la relación, aunque esto sea doloroso no echan por tierra el conjunto o lo esencial de la amistad.


Siempre hay problemas que en un momento dado no se pueden resolver pero la unidad de la relación se mantiene y crece a través de las mismas dificultades.


Señor, danos gran empeño en todo lo que toca a la fe. Enséñanos a reconocer qué necesita para subsistir y dar fruto.


Con el paso de los años, se transforme mi sensibilidad y con ella, no el contenido sagrado, pero sí la forma humana de mi fe, entonces enséñame a comprender esa transformación y a mantenerme firme en las pruebas que traiga para que mi fe crezca en forma y madure como lo haz querido tú.

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