Al César lo que es del César

Los fariseos hostigan a Jesús con sus preguntas malévolas para poder acusarlo. En esta ocasión se han aliado con los herodianos, sus enemigos tradicionales, para hacerlo caer ante la autoridad política. Después de unos fingidos elogios, como para preparar el terreno, le sueltan la pregunta: “¿Es lícito o no pagar el impuesto? Si Jesús dice que es lícito queda como mal judío, como traidor al pueblo, como alguien que acepta la opresión y explotación del emperador. Si dice que no es lícito, ya tienen de qué acusarlo ante la autoridad. Como en otras ocasiones, Jesús no cae en la trampa. Sitúa el planteamiento a un nivel más profundo. No habla de lícito o ilícito, de pagar o no pagar. Pide que le muestren la moneda del tributo y les pregunta: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?” “Del César”, le responden.

Jesús concluye: “Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Esta frase de Jesús se ha usado infinidad de veces para distinguir lo político de lo religioso e insistir en que estas dimensiones no deben mezclarse. Como si al religioso o ministro de culto no le fuera permitido preocuparse y ocuparse del bien común, de lo ciudadano, de lo político. También como si al político no le fuera permitido expresar y celebrar su fe, vivir su dimensión religiosa. Si se interpreta así, se interpreta equivocadamente.

Jesús, al señalar la imagen del emperador, quiere distinguir dos dimensiones que el creyente debe vivir en su propia vida: debe cumplir sus obligaciones como ciudadano y también debe cumplir sus obligaciones como creyente. ¡Cuántas cosas puede hacer el fiel cristiano en el terreno de la política, de la cultura, de la educación! Ahí donde a veces no puede llegar el sacerdote, el fiel cristiano (el laico) sí que lo puede y debe hacer. Una persona inmersa en el campo de lo político, no por eso deja de ser persona creyente. Y la fe debe iluminar toda la labor del político para que éste refleje los valores del Evangelio.

En un ambiente de oración me preguntó, ¿Qué despierta en mí esta frase de Jesús?