Acerca de la oración
Poner la oración al lado de su vida, aunque sea muy poca la separación entre las dos, es como colocar la levadura a un lado de la masa sin mezclar.
Toda nuestra vida es cristiana y debe estar impregnada de oración porque, aunque nos parezca vulgar puede llegar a hacerse divina.
La formalidad convencional por el hecho de haber sido fijada de antemano proyecta sobre nuestra piedad una sombra fría, y como una especie de mentira impalpable. Por no haberse atrevido a ser para con Dios tales como Dios han hecho, muchos se han privado de conocer la vida de oración que se alimenta de luminosa sinceridad; se han preocupado principalmente de un formulario minucioso y desprovisto de gracia.
Dios, recibido todos los días, interviene efectivamente en los quehaceres cotidianos, en ese conjunto tan trivial de menudos quehaceres y pequeñas molestias.
Nuestra oración debe santificar, mediante una cooperación cada vez más callada y consciente, esta existencia que nos concede Dios como un don divino y qué tanto debemos estimar.
Debe ser una oración de todos los momentos; encontramos cosas llanas y muy sencillas y hasta simples, pero no hemos de escandalizarnos como si fuera una falta de respeto que desdicen de la casa del Padre.
El Dios del cielo y de la tierra; el Creador de todo lo que existe y que lo sostiene todo en virtud de su poder; el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no han desechado nada de cuanto han hecho y el primero y último de nuestros deberes es reconciliarnos con todo lo real; y nos estremecemos al oír que Dios se mezcla en nuestros movimientos en diminutos momentos que no alcanzamos a comprender lo que somos ni el significado de nuestras vidas.
Mostrar que Dios está cerca, en nosotros, en nuestras actitudes, en las acciones más insignificantes, continuar la obra de los apóstoles y explicar el mensaje eterno.
Hay que buscar en las páginas del texto sagrado o en las hojas del misal invitándonos a reflexionar y nos estimula para orar. Dios ha encubierto para nosotros luces y lecciones que invitan a conocerlo y seguirlo. Y sus hijos tienen el derecho de hablar y proclamar su obra.
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