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Foto del escritorPaola Córdova Cuevas

A todos nos falta el vino






El día de hoy el Evangelio nos invita a reflexionar sobre un acontecimiento muy importante en la vida de Jesús: el primero de sus signos, su primer milagro.


Nos recuerda que estaban allí su madre y sus discípulos, y que se presentó una necesidad ante un evento que era una boda. No fue un enfermo, no fue un leproso, ni resucitó un muerto. El primero de sus signos fue en lo ordinario de la unión marital que, a su vez, es extraordinaria. Sabemos también que el vino era un signo importante en una boda, y que se acostumbraba tomar primero el vino bueno y después el menor calidad. También cabe resaltar que Jesús dijo a su madre que “no había llegado su hora”. Todos estos elementos, aunque aislados podrán parecer accidentales, nos señalan una realidad. Jesús, gracias a la intervención de su madre, vio una necesidad en los esposos que celebraban su boda. Vio la ausencia de vino.


¿Qué representa para cada uno de nosotros ese vino? ¿Cómo puedo aplicar esta enseñanza del Evangelio a mi realidad actual? Todos vivimos una necesidad, especialmente en estos tiempos. Para algunos será una enfermedad, problemas económicos, familiares, emocionales, espirituales… En estos momentos en los que más personas se enferman, perdemos familias y vivimos una incertidumbre, incluso esa necesidad podría ser la de un poco de esperanza. De una u otra forma, todos vivimos una carencia de ese vino.


Pero la buena noticia, es que Jesús está aquí para rellenar nuestras vasijas no con el mismo vino que teníamos, sino con uno mejor. Con algo que ni siquiera imaginábamos que podríamos tener: una nueva alegría y un sentido profundo de vivir. Él, con intercesión de su madre, quiere intervenir, irrumpir en nuestra necesidad para devolvernos la fe y la esperanza.


A todos, de una u otra forma, nos falta el vino. ¿De qué carezco hoy? ¿Cuáles son mis necesidades actuales, las de mi familia y comunidad? ¿Qué quiero pedirle a Jesús? ¿Estoy dispuesto a dejar que intervenga en mi vida, y darme algo que quizá no es lo que esperaba, pero que podría llegar a ser mucho mejor de lo que yo tenía en un inicio?


Recordemos que María está ahí, esperando para interceder, para pedirle a su Hijo que nos ayude en cualquiera de nuestras necesidades. No olvidemos dirigir nuestra mirada a nuestra madre, que puede intervenir en los planes de Jesús al grado de invitarlo a realizar un signo cuando todavía no era su momento. Y tampoco olvidemos de voltear nuestra mirada a Jesús, que nos espera con un vino diferente, listo para llenar nuestras vasijas, nuestras necesidades, para devolvernos la esperanza que, ahora más que nunca, necesitamos.


Jesús realizó este signo y el Evangelio nos dice que de esta forma “sus discípulos creyeron en Él”. Pidamos a Dios que, así como nos da claridad para distinguir nuestras necesidades, nos ayude también a identificar los signos que Jesús ya realiza en nuestra vida. Que podamos ser agradecidos por aquellas cosas con las que nos manifiesta su gloria, y que no nos olvidemos que todo viene de Él y es para Él.




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