A imagen de Dios Trinidad

“El ser humano lleva en el propio ‘genoma’ la huella profunda de la Trinidad, de Dios-Amor”, es la analogía con la que bellamente Benedicto XVI resume este Misterio. Y es que la Trinidad más allá de un mero ejercicio teológico, es lo que revoluciona nuestra manera de vivir y de relacionarnos no sólo con Dios sino con los demás. Dios, en quién cada Persona vive para la otra, no para sí misma, nos estimula a vivir con los demás y para los demás. ¿Creemos verdaderamente que para vivir necesitamos a los demás, necesitamos entregarnos a los demás, necesitamos servir a los demás? ¿Lo afirmo de palabra o con la vida?”.

“Fueron a Galilea… y acercándose a ellos” Jesús rompe las barreras que la duda impone de manera drástica y frenética sobre nosotros. Estas dudas muchas veces nos llevan a caer en el desánimo y en la desesperanza de estar solos, de no tener fuerza para seguir caminando. Pero el Señor busca salvar esas distancias, para Él no somos sus esclavos sino sus hijos a los que ama profundamente y a los que no teme acercarse. Él quiere hacerse parte de nuestra historia y conducirnos a esa “Galilea” particular en la que le conocimos y donde podemos renovar la frescura siempre actual de su mirada que nos levanta y empuja a poner todo de nuestra parte.

“Id y haced discípulos” porque no se entiende a un cristiano de brazos cruzados viendo pasar la vida sin más. Siempre en movimiento porque la presencia constante del Señor nos desinstala y nos envía a contagiar a los demás de todo aquello que para nosotros es significativo. Nunca solos sino en comunidad de amor y comunión como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Aunque más de una vez lo hayamos pensado, no podemos estar solos. Si estamos en el mundo es para vivir a imagen de Dios Trinidad: abiertos, necesitados de los demás y de ayudar a los demás. Aprovechemos esta celebración para cuestionarnos si efectivamente la señal de la cruz inspira y mueve nuestra manera de ser y estar con los demás.

Dialogo con el Señor, lo que esto me suscita.